«El discernimiento. La novedad del Espíritu y la astucia de la carcoma». Una herramienta necesaria en la cultura actual para ver el mundo y las personas con los ojos de Dios.
Discernir es abrirse a la novedad del Espíritu Santo. En nuestro mundo adquiere una importancia decisiva.
Discernir es un don del Espíritu y no se limita a la introspección humana. Incluye los aportes de las sabidurías humanas existenciales, psicológicas y morales. Puede ser personal o comunitario.
El Salmo 25 ayuda al encuentro con Dios en medio de las cegueras personales. «A ti, Señor, levanto mi alma… «. El salmista es un hombre desorientado que necesita buscar un nuevo camino, confía su vida al servicio del Señor. No se apoya en ningún mérito propio ni en astucias personales.
En las encrucijadas del mundo fragmentado en que habitamos, necesitamos trascender la realidad de lo cotidiano. Discernir es aportar la propia originalidad.
Dios está viniendo siempre, nos necesita. El Dios que baja, nos busca y dialoga con nosotros, no nos fulmina con órdenes y sentencias, sino que nos formula preguntas.
San Ignacio nos dice que el modo de proceder es aprender con humildad a discernir. Descubrir el camino que Dios propone a cada persona no es sencillo. La voluntad de Dios – decía San Ignacio – se siente. Este ejercicio fue central en la espiritualidad ignaciana desde los inicios de la Compañía de Jesús.
Todo discernimiento se asocia con la Pascua de Jesús. No es un querer voluntarista y rígido.
Con frecuencia necesitamos nadar contra la corriente dominante del “mundo líquido”. La voluntad puede ser secuestrada por el engaño. Somos vulnerables y todos tenemos un “punto flaco” donde seremos constantemente atacados.
Discernir es diferenciar la consolación (la alegría) de la desolación (la tristeza). Necesitamos entrar en el tiempo de Dios y de la debilidad humana. Esto es un desafío para todos. Dios ha escogido lo necio del mundo para transformarnos.
En el proceso actual de reestructuración de la Iglesia, es importante la creatividad, tal y como sucedió en las primeras comunidades cristianas. Renovarnos espiritualmente para orientarnos a la misión. Un discernimiento bien hecho se confirma con la paz.
La pedagogía de Dios es paciente y respeta los ritmos personales. Se requiere un modo de proceder: presentar con claridad lo que se va a discernir, orar, compartir y “mucho examinar”. Es tiempo de poda y de pascua.
En conclusión, es un libro excelente para iniciarse en el discernimiento personal o comunitario.
Benjamín González Buelta explica claramente qué es el discernimiento y cómo usar esta herramienta espiritual. Descubrir el don original de la encarnación en cada persona.
Es una conversión espiritual. «Indícame, Señor, tus caminos».
Su autor
Benjamín González Buelta, con gran experiencia en la inserción entre los pobres, está destinado en el Centro Bellarmino de Espiritualidad en República Dominicana.
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Escrito por Marta Sánchez.