¿Qué mensaje nos quiso legar el Papa Francisco con su última encíclica? Claves de lectura de “Dilexit nos”

dilexit nos

Poco antes de morir, el Papa Francisco nos regaló la que sería su última encíclica “Dilexit nos. Sobre el amor humano y divino del corazón de Jesús”.

Sin que lo supiéramos en el momento de la publicación, la encíclica quedó como una especie de legado de Francisco para los tiempos que habrían de venir en la Iglesia…¿Pero qué es lo que decía exactamente en la encíclica? ¿Y por qué le dio esa importancia a la devoción del Corazón de Jesús, como si en esta estuviera contenida el mensaje central de su papado?

Vamos a verlo.

Simbolismo del corazón

Para hacernos entender la importancia del Corazón de Jesús, la encíclica primero nos ayuda entender a qué llamamos corazón exactamente. Por eso dedica sus primeras páginas a introducirnos en la historia y el significado de este símbolo.

Desde los filósofos de la antigua Grecia, el corazón es ese centro que otorga a todo lo que vive la persona el trasfondo de un sentido y una orientación. Es decir, el corazón es el núcleo al que van a parar todo lo que la persona vive, aprende y siente, y es el que se encarga de ordenar todo eso para mover la voluntad en un sentido.

El corazón es por tanto sincero, es lo que se esconde detrás de las mentiras que nos contamos, porque en él va a parar la Realidad que nos habla, y es cuando estamos en contacto con nuestro corazón cuando nos surgen las preguntas decisivas, quién soy realmente, y qué quiero hacer con mi vida.

Lo contrario al corazón sería ir sin centro, dispersos, de un lado para otro sin tener una noción coherente de nosotros mismos, sin darle sentido a todo lo que vivimos, y a la realidad que nos habla, a la manera en que se expresa Dios en nosotros. Es lo que ocurre en la sociedad actual, que dispersa nuestra atención sin dejarnos tomar contacto con nosotros mismos ni con los demás.

Y es que es sólo desde el corazón que podemos ir al encuentro del otro, que podemos establecer relaciones verdaderas. Solamente sentimos que hemos llegado a conocer al otro cuando conocemos su intimidad, y esta está en su corazón, ese centro que mueve realmente su voluntad; y en este conocimiento de la intimidad mutua es en el que se basan las verdaderas relaciones de amor y amistad.

Resumiendo, el corazón es nuestro centro,  lo que nos hace personas, lo que nos da autonomía y verdadera identidad. Es la conciencia de toda la realidad que ocurre en nosotros, y la manera en que la entendemos para orientar nuestras acciones a un punto. Y es lo que posibilita nuestro encuentro con el otro, y sobre todo, el que posibilita el verdadero encuentro con Jesús.

El Corazón de Jesús

Es aquí, por tanto, cuando llegamos al Corazón de Jesús. Si lo que posibilita el encuentro con el otro es poder tener conciencia de lo que significa ser persona en uno mismo, para saber identificar el valor de la otra persona, entender que también tiene un centro, un corazón, esto no es diferente con Dios, en la manera en que expresa en Jesús, y más concretamente, en su corazón humano y divino.

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Dios se hizo hombre para que pudiéramos conocerlo en su humanidad desde nuestra humanidad, y lo hiciéramos amando lo que constituye su persona, su centro, lo que le hace plenamente humano, esto es su corazón y su manera de amar.

Es de esta manera en que entendemos que lo que nos hace plenamente humanos es amar como lo hace Jesús. Y cuando podemos llegar a amar a Jesús por su gran humanidad, es cuando llegamos a conocer a Dios.

De esta manera se entienden las palabras de Benedicto XVI cuando nos recordaba que el cristianismo no es una ideología, ni un sistema de normas que aprender o memorizar, sino un encuentro con la persona de Jesús, de la que surge todo lo demás.

Es de corazón a corazón, como decía Henri Nouwen, que conocemos realmente a Dios, a su esencia, que es puro amor, y podemos contagiarnos de este. Conociendo el corazón misericordioso de Jesús, con una donación que sobrepasa cualquier límite, que se muestra en los gestos de Jesús, y en la manera en que dio su vida por nosotros, es como realmente llegamos a conectar y sentirnos unidos a Dios; y como realmente nos contagiamos de ese amor, que nos hace querer donarlo a los demás, porque entendemos que es en esa donación, en esa salida de nosotros mismos, que llegamos a la plenitud de lo humano.

Gracias al ejemplo de ese corazón que nos ama, y haber hecho posible este encuentro real con Jesús vivo, podemos contagiarnos de este ejemplo/amor y seguir su ejemplo, donando ese amor recibido a los demás.

Y por todo esto se considera que el Corazón de Jesús es la síntesis misma del Evangelio. Es como si estuviéramos llegando al corazón mismo de Dios, a través de un símbolo.

¿Por qué lo necesitamos ahora?

Pero…volviendo a la pregunta del principio…¿Por qué lo necesitamos ahora? ¿Por qué el Papa lo reivindica como clave para nuestro tiempo, por qué cree que es lo que necesita la Iglesia en este momento, tener presente el corazón de Jesús?

Para contestar esta pregunta quizá debamos recordar en qué contexto surgió esta devoción al Sagrado Corazón. Como nos lo recuerda la encíclica, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús fue una respuesta al rigorismo jansenista, que había acabado por desconocer la infinita misericordia de Dios.

Los jansenistas, un movimiento católico de mitad del siglo 17 que acabó siendo condenado por herético, miraban con desprecio todo lo que fuera humano, afectivo, corpóreo, y entendían que esta devoción nos alejaba de la purísima adoración al Dios altísimo.

Y con ello traicionaban el sentido mismo del cristianismo, que nos permite conocer a Dios a través de lo humano, a través del corazón humano y divino de Jesús, y entender que estamos más cerca de Dios y somos más plenamente humanos cuanto más amamos, en la manera en que Jesús nos enseñó.

¿Pasa entonces lo mismo en nuestra época? Para el Papa Francisco más que un rigor jansenista hoy lo que existe es un mundo secularizado que pretende un mundo libre de Dios. Ello sumado a formas de religiosidad sin referencia a una relación personal con un Dios de amor, una espiritualidad sin carne, que no toca el corazón ni nos hablan de lo que somos.

Y dentro de la Iglesia a comunidades y pastores concentrados sólo en actividades externas, reformas estructurales vacías de Evangelio, organizaciones obsesivas, proyectos mundanos…una Iglesia que en ocasiones parece no tener el impulso de ese amor original y primero.

Conclusión

Por eso, el Papa Francisco nos quiso recordar, en la que acabaría siendo su última encíclica, en qué consiste la naturaleza de nuestra fe. Para que, como Iglesia no nos dejemos llevar por motivaciones vacías que realmente no nos llenan a nosotros, y por tanto no consiguen que evangelicemos con el ejemplo a los demás; y recordemos el motor que lo mueve todo, el Corazón de Jesús, que nos impulsa y contagia de su amor para que lo donemos verdaderamente a los demás, haciendo Iglesia en el camino y evangelizando realmente con el ejemplo.

Puedes verlo y escuchar un poco más aquí:

Escrito por: Jorge Nuñez.

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